La mínima caída del precio de la tierra en 2013, de apenas un 1,1 por ciento, tras cinco ejercicios de descensos mayores, aunque no alarmantes (el peor año para el campo fue 2009, cuando sufrió una caída del 4,7 por ciento) anticipaba no una recuperación, pero sí al menos una estabilización. En 2014, según acaba de publicar el Ministerio de Agricultura, el precio de la tierra ha registrado una subida del 1,7 por ciento. «Este incremento es modesto, pero también las caídas lo fueron. Además, se produce en un contexto de inflación ‘cero’», comenta José Luis Miguel, coordinador técnico de COAG. ¿Se puede hablar ya de un cambio de tendencia en el campo español? «El futuro no está escrito, pero si miramos históricamente, cuando las tendencias se dan la vuelta, lo hacen con consistencia, aunque quizás no podamos hablar de que los crecimientos serán altos, sino sólo de una estabilización o de avances moderados en los precios», continúa Miguel.

Lola Sánchez, de e-Rústica, no espera, por el momento, cambios importantes, «aunque se nota una pequeña mejoría (en interés, que no en compra) en relación a años anteriores». Y argumenta: «Los precios de las fincas rústicas no han sufrido caídas ni subidas tan bruscas como otros activos inmobiliarios, por lo que no creo que haya mucha diferencia de precio en el futuro».

De momento, ya tenemos un pequeño avance en los precios. ¿Por qué esta subida? Para Sánchez, ha contribuido a este pequeño avance el aumento de los cultivos, la diversificación de los terrenos, así como un cierto interés por parte de los inversores extranjeros. El experto de COAG dice que ha contribuido que se hayan despejado ciertas incertidumbres respecto a la reforma de la Política Agraria Común (PAC) y su impacto. También, el hecho de que esté aumentando la inversión profesional, la que realizan empresas que se dedican a la explotación agrícola.

Pero Ignacio López, coordinador de servicios técnicos de Asaja, comenta que a corto plazo sigue habiendo incertidumbres precisamente por la aplicación de la nueva PAC, que liga las ayudas, no a la superficie de la tierra sino al hecho de que su propietario sea un agricultor activo, lo que puede provocar que haya explotaciones que se queden fuera. Aunque con vistas al medio y al largo plazo, es optimista, ante las perspectivas de aumento de la población global, las limitaciones respecto a la superficie destinada al cultivo y su dependencia de un recurso cada vez más escaso como lo es el agua.
Pero no toda la tierra se comportó igual en 2014. Para empezar, mientras el precio de las tierras de cultivo creció un 2,4 por ciento, el de los aprovechamientos, es decir, prados de secano, de regadío y pastizales, bajó un 2,8 por ciento. Esto último no ha sido una sorpresa: según cuenta Miguel, las producciones ganaderas muestran peor comportamiento por los recortes en el sector lácteo y por la pérdida de cabezas de bovino. Dentro de los cultivos también ha habido de todo: las tierras de labor tanto de secano como de regadío han subido de precio, pero ha habido cultivos de regadío que han sufrido caídas, como los frutales cítricos, el fresón o el arroz.

También ha habido diferencias entre comunidades autónomas. Se han desmarcado sobre todo dos: Aragón, con su subida de casi un 25 por ciento, y Cantabria, con su caída del 11,4 por ciento. Lo que ha ocurrido en la segunda es más fácil de explicar, puesto que tiene que ver con el peso de los pastos: el cese de actividad de numerosas explotaciones lecheras ha provocado que, como dice Ignacio López, hayan salido a la venta muchos pastos. Explicar lo que ha ocurrido en Aragón, sin embargo, es más difícil, aunque López apunta el creciente interés de las explotaciones en las que se cultivan forrajes, cuyas exportaciones al norte de África y a Oriente Medio han crecido. De todas maneras, cuando se habla del mercado de la tierra, hay que tener en cuenta, como recuerda José Luis Miguel, que es un mercado poco transparente, que el número de operaciones es reducido y que una sola de ellas puede llegar a distorsionar la media.

¿Es previsible un incremento de la inversión en el mercado agrario? Tanto José Luis Miguel como Ignacio López comentan que sí por parte de profesionales, pero no procedente de la especulación. Tampoco es favorable para los primeros que entren los segundos, puesto que para los agricultores la tierra es patrimonio y se ven favorecidos si aumenta su valor, pero también es un coste que puede mermar su rentabilidad. En todo caso, no se descarta que entre inversión ajena a la actividad agrícola, ante la inestabilidad de los mercados financieros, igual que está ocurriendo en el mercado inmobiliario. Ignacio López tampoco ve imposible que vuelva a aparecer cierta presión urbanística, precisamente, por la recuperación del sector promotor-inmobiliario.

Las mejores inversiones

En todo caso, según Lola Sánchez, aunque con alguna excepción, al ser un sector estable y variado, es un buen producto de inversión. Entonces, para el inversor que busque alternativas o diversificación en activos no financieros, ¿qué tipo de tierras pueden ser las más atractivas? A juicio de Miguel, la inversión más conservadora reside en las tierras de labor de secano o de regadío. Opciones más especulativas serían las tierras dedicadas a frutas y hortalizas en Levante, entre Alicante y Murcia, pero siempre que esté asegurada la disponibilidad de agua. Para Sánchez, las fincas ganaderas son interesantes, pese a todo, así como las tierras de cultivo con alguna diversificación. Frutales, viñedos, olivar… han incrementado las ventas y ello hace, en su opinión, que la inversión sea mejor a corto plazo.

Pero para el experto de Asaja, las tierras susceptibles de dar más rentabilidad son las de regadío. En su opinión, sólo hay que ver los precios que se pagan por ellas y los que se pagan por otro tipo de explotaciones. La hectárea de platanera sale a más de 200.000 euros, mientras que la tierra de labor de secano está a 6.600 euros y la de los pastizales de secano, a 3.000 euros.

 

FUENTE: Inversión y Finanzas.com (01/02/2016)